Escribimos mensajes a diario. Unos, personales, a un único receptor. Otros, profesionales, dirigidos a una gran audiencia. En todos ellos ponemos nuestro esfuerzo y expertise para alcanzar nuestros objetivos. Pero…, ¿cuál es el mensaje ideal? ¿Te lo has preguntado alguna vez?
Si existiera un mensaje ideal, uno que fuera 100% efectivo cada vez que alcanzara a un miembro de su target… ¿no te gustaría conocer su fórmula?
Para no desengañarte más tarde, diré que no soy amigo de fórmulas en comunicación. Cada momento es distinto y cada mensaje debe adecuarse a su momento. ¿Entonces? ¿No soy capaz de ponerme de acuerdo conmigo mismo? Sí, claro. Por eso, afirmo que existe el mensaje ideal… ¿?
Cuando inicias tu recorrido en el mundo de la comunicación, te llaman mucho la atención esas personas que son capaces de generar respuestas con mensajes verbales o visuales. Apelan a sus lectores/receptores para conseguir alinearlos con diversas ideas; sensibilizarlos en distintas materias; admirar tal o cual producto -incluso, desearlo–; llamar su atención sobre servicios que jamás imaginaron que estarían en sus vidas…
Al poco tiempo, te das cuenta de que los redactores y creativos más eficaces son aquellos que consiguen conectar con las motivaciones personales. Esa predisposición innata que favorece que con un pequeño «empujoncito» externo, nos animemos a hacer esto o aquello.
Cuando llegas a ese punto te molestas en comprender y aplicar algunas teorías como las de Maslow, Bandura o Vroom. Pero no quiero desviarme del tema principal mucho más simple que todo eso.
Dame un punto de apoyo y moveré el mundo
Arquímedes lo tenía claro. Conseguir grandes resultados, no sólo es cuestión de esfuerzo. También es un problema de enfoque. De estrategia. De selección.
Y ya que hablamos de mensaje y estrategias, ¿cómo te sentirías si tuvieras que crear un mensaje universal? Un mensaje que –cualquier persona sin importar sexo, raza o nación– con sólo verlo u oírlo quedase impactado. Si eres creativo o copy sabes de lo que hablo.
Aquí salta la gran pregunta: ¿cuál es la motivación universal? Y si crees que es diferente para cada persona, te diré que es cierto pero sólo hasta cierto punto…
La motivación de las motivaciones
¿El dinero? ¿El poder? ¿El saber? ¿El sexo?
Sí. Quizás. Depende. Pero ninguna de ellas es universal. Es más, según el momento en la vida de una persona, aquellas pueden fluctuar.
Quiero decir, existe una, realmente universal con la capacidad de influir y orientar nuestras vidas con más fuerza que ninguna de las anteriores.
Me refiero al amor.
¿Qué nos motivó a ayudar a los valencianos afectados por la dana? ¿El orgullo? ¿El qué dirán?
El amor es la más fuerte de nuestras motivaciones. No darías tu vida por sexo; dinero; saber o poder. Pero sí por amor.
Y por aclarar, cuando corremos hacia un punto de venta para aprovechar la oferta económica de tal o cual producto, la mayoría señalaría al dinero –en este caso, el ahorro– como motivación del acto de compra. Sin embargo, escondido dentro de nosotros, por debajo de la motivación económica subyace otra: la consideración. Sentimiento que emerge cuando somos favorecidos en nuestra vida. Un afluente menor del amor.
Y si hablamos de dar la vida por otra persona. ¿Te imaginas que alguien donara su riñón o corazón por ti? Contraerías una deuda de gratitud eterna con la persona que te salvó.
En este punto vuelvo al principio. ¿Cuál es el mensaje de los mensajes?
Para mí es el mensaje de amor universal, repetido durante más de 2000 años, en recuerdo del niño que nació en Belén para salvarnos a ti y a mí…
¡Feliz Navidad!