“La inteligencia artificial ha llegado a nuestras vidas para quedarse”. Leemos monsergas semejantes a diario pontificando las excelencias de la AI. Pero no todo es idílico. Ni verdad. Quieren que aceptemos insectos en lugar de jamón ibérico y, aunque algunos parecen obedientes y felices, –yo, como creativo–, no veo ese nirvana al que nos quieren llevar con nuestro consentimiento o sin él…
Creo que es obligado preguntarse ¿a quién beneficia la IA? Si eres un creador de contenidos o un artista, ya te digo que a ti no.
Y aunque hayas hecho tus pinitos en Chat GPT, en Deep L, Synthesia u otros por el estilo para imaginar cómo podrías potenciar tu trabajo, este frenazo en seco es para ti: bájate del guindo.
La IA, no va a potenciar tu trabajo ni el de nadie. Sencillamente lo va a empobrecer. Hablo de su vertiente económica por si no queda claro.
Verás porqué es fácil llegar a esa conclusión.
Si eres escritor, pintor, arquitecto, músico, diseñador gráfico, figurinista, redactor web, periodista, ilustrador, diseñador industrial, fotógrafo, animador, dibujante, publicitario, comunicador, marketero, creativo, realizador de cine, escultor… (este paréntesis engloba a todo el universo encuadrable como creador de contenido y no mencionado)… y trabajas para una empresa –lo cual es lo habitual–, el beneficio es para la empresa.
Primero, te bajarán el sueldo. Los más viejos, recordamos la introducción del ordenador en todos estos procesos allá por los noventa. Cuando un cliente quería bajar tu caché sólo tenía que denostar tu trabajo diciendo: “bueno, pero eso es sólo un corta y pega…”.
Imagínate ahora: “bueno, pero eso está hecho con inteligencia artificial…”.
Las campanas de las rebajas tocan a muerto.
Si apuestas por artificial
Como decía un poco más arriba, primero te bajarán el sueldo. Un poco más tarde, cuando la contribución de tu entusiasmo haya permitido poner a punto versiones más sofisticadas y potentes, lo siguiente será sustituirte por una máquina. No te engañes, las máquinas son perfectas. Tú no.
Ya han salido los primeros “defensores de la verdad sobre la IA”, diciendo que ésta no terminará con el trabajo de periodistas, creativos, etc, sino que la complementará. ¿Tú les crees? Yo no. Son los mismos que ven en la Agenda 2030 un proyecto de paz y amor universales, cuando lo que encierra, de verdad, es la esclavitud universal en su variante más sofisticada y tecnológica.
¿Un modelo? La vida actual que hoy se vive en China. Auténtica inspiración para una élite que nadie ha elegido y que aspira a convertirse en los directivos del mundo. Igual que las élites socialistas y comunistas del siglo pasado. El modelo chino es su modelo.
Ése que identifica a sus ciudadanos mediante cámaras omnipresentes en sus vidas; vidas sometidas a una cartilla de puntos “por buena conducta”, con la que se determina si pueden acceder a tal estudio; atracción; alimentos; viajes, etc.
Debemos tener presente que es necesaria una vigilancia tan férrea de lo que hacen, sienten o piensan los ciudadanos, cuando los que van a someterlos saben que no lo hacen por su bien, sino por codicia y concupiscencia de poder más allá de lo imaginable.
En este sentido, la IA, sirve a dos fines.
Por un lado está el empobrecimiento. Algo que fluye con naturalidad en la dirección apetecida: una población del mundo más pobre es una población más fácil de someter.
Por otro, y no menos ignominioso, sirve al pensamiento único.
Para el imaginario enfermo de estos “auto-nominados directivos del mundo”, la IA es el sistema perfecto a la hora de fabricar y difundir “noticias” (de las que hacen palidecer a las fake-news); establecer códigos válidos (esos que son sí o sí) del arte; del pensamiento; de la vida espiritual; eliminar la disensión por medio de la propaganda sin cuartel; en definitiva, meternos de lleno en el mundo distópico y orwelliano del nuevo orden mundial.
Puntualizo para que se entienda bien: yo no estoy en contra de la IA, estoy en contra de aquellos que desean servirse de ella con fines malvados. Parece lo mismo pero no es lo mismo.
Sin embargo, tú que apuestas por lo artificial, seguro que vas a estar como rana en el charco.
Si apuestas por inteligencia
Creo que te toca reivindicar tu trabajo con renovado esfuerzo, dedicación y compromiso. También tu opinión nadará contra corriente. Pero, vamos, si estás a este lado de la ecuación eso para ti no va ser problema sino oportunidad.
Quizás por ello, es posible que no te parezca “guay” que Photoshop venga con IA. Te preguntas: ¿para qué? Y te respondes, para que cualquier lerdo, léase L E R D O, pueda decir “caballos a la luz de la luna” y poder plantar en el salón su monumental aportación a la historia del arte.
Un momento, ¿he dicho “su obra de arte”? Perdón, perdón…
La IA, por el momento, va a poner en aprietos legales a más de uno. Básicamente porque la autoría de una máquina, no está amparada por los derechos de autor. Al menos y de momento, en España y Alemania.
Pero ¿y si lo estuviera? Debemos tener presente que, hasta ahora, un ordenador era una herramienta. Algo que a las órdenes de una persona, y precisamente por intervención directa de la misma, era capaz de formalizar un proyecto.
Sin embargo, la IA altera sustancialmente el proceso. El programa informático pasa de ser considerado herramienta, a tomar sus propias decisiones –sin intervención humana–, durante el proceso “creativo” para formalizar la obra.
Es decir, ¿bajo qué supuestos querría un creador de contenidos, perder la autoría de la obra? Sólo de escribirlo siento vergüenza ajena.
Es ridículo por tanto que se defienda la IA como algo beneficioso para los creadores de contenido. Y, por contra, es muy fácil ver que los verdaderamente beneficiados son aquellos que hasta ahora pagan los servicios a dichos creadores de contenido. Para este grupo, IA significa: ahorro en costes, aumento del beneficio, riqueza sin límites.
Más de uno de estos “defensores” estará pensando, “…ahora que ya tengo una plataforma que vende libros, música, fotos, –o lo que quieras online–, sería el momento de generar contenidos con una máquina para ahorrar, no sólo en costes de producción, sino en los royalties que puedan generar estos; para que la gente lo compre sin pestañear (algo factible con la adecuada publicidad, pensará) y así hacerme más rico cada día…”.
No sé tú, pero yo, sólo puedo ofrecerles mi más distinguida zancadilla.