¿Vivimos en un estado democrático? Sí. ¿Puede un estado democrático censurar la información o restringir las libertades de sus ciudadanos? No. Le pese a quien le pese, y argumenten lo que argumenten ciertos “pensadores” modernitos.
La RAE define “democracia” en su acepción 1) como, “sistema político en el cual la soberanía reside en el pueblo, que la ejerce directamente o por medio de representantes”, y en la 3) como “forma de sociedad que reconoce y respeta como valores esenciales la libertad y la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley”.
Yo viví la “transición democrática” del 78, además de gozar de buena memoria. Los hechos recientes que vive España, y el mundo, me animan a mirar atrás y comparar: lo que se nos decía entonces, y lo que se nos dice ahora a los ciudadanos de países “democráticos” como España.
Francisco Franco murió en 1975, tras ejercer como Jefe del Estado desde 1938. Durante su jefatura, la prensa estuvo controlada por leyes de censura, como la Ley de prensa de 22 de abril de 1938 o la Ley de prensa e imprenta 14/1966. Recuerdo que una de las principales maniobras durante los últimos años del franquismo para traer la democracia a España, hecho que se aceleró tras su muerte, fue la denuncia continuada de la represión informativa del régimen a través de la ironía, el doble sentido y el humor.
Flotaba en el ambiente la consigna de abatir la censura franquista al son de clarines que tocaban con fuerza una misma canción: “democracia”.
La democracia se nos vendió a todos los españoles como el arreglo a todos los males. ¿Por qué? Porque con ella “llegaba la libertad”.
¿No tenías un trabajo de calidad o, directamente, no tenías trabajo con Franco? La democracia lo iba a arreglar. ¿Habías sido perseguido políticamente por Franco? La democracia lo iba a arreglar. ¿No habías podido expresarte con plena libertad, dijeras lo que dijeras, con Franco? La democracia lo iba a arreglar. ¿El nivel de vida de España no era igual al de otros países más prósperos? La democracia lo iba a arreglar.
La democracia del 78
Creo que el primer chasco que nos llevamos muchos españoles es que, a pesar de que la RAE recoja que la democracia es el “sistema político en el cual la soberanía reside en el pueblo, que la ejerce directamente o por medio de representantes”, y que este concepto se halle formulado también en la Constitución Española del 78, nunca, –jamás de los jamases–, ha levantado un dedo ningún político para que la democracia sea ejercida por el pueblo de forma directa.
Eso sí. Incontables gobernantes, políticos y tertulianos de salón han repetido hasta la náusea la expresión: “la democracia que nos dimos los españoles”.
Un chiste malo y perverso porque los que “se la dieron” fueron los partidos políticos. Grupos de poder que la ejercen sin contar con el pueblo, más que a la hora de votar… Y tras el voto, el olvido a la promesa política, al electorado, al pueblo. Un mero trámite para mantener las apariencias. Dan igual las siglas. A estas alturas, puedo afirmar que sólo han funcionado para dividir y vencer. No reconciliar. No buscar el bien común.
En mi opinión, este modelo necesita una urgente revisión. La democracia mundial debe renovarse o morir.¿Quién no se encuentra o se ha encontrado en la disyuntiva de no tener a quién votar al no hallarse representado por ningún partido político?
Resulta demasiado pueril y cansino seguir tratando de generar disonancia cognitiva con la disyuntiva: ¿democracia o dictadura? Un argumento de bobos para bobos. La democracia directa, otorgada y gestionada por los propios ciudadanos, sin la interferencia, intereses y corrupción de los partidos políticos; y con escrutinio de la actividad política y voto en tiempo real, se perfila como la transformación necesaria y aconsejable del modelo democrático.
Carece hoy de todo sentido la pantomima política de la tele, vestigio de siglos pretéritos. Es hora de gestionar la democracia desde una aplicación en la que los ciudadanos otorguemos o retiremos nuestra voluntad a los cargos electos. Los cheques en blanco por 4 años, son piezas de museo. A fin de cuentas: ¿no gestiona la Agencia Tributaria las cuentas de todos los españoles –de forma admirable– digitalmente?
Estamos a tiempo de dar la vuelta al pretendido nuevo orden mundial y su rancia agenda 2030 en la que desde su primer punto –secreto–, está mantener los paraísos fiscales, para que los mismos que nos ofrecen “no tener nada y ser felices”, mantengan y acrecienten fortunas conseguidas mediante guerras, engaño, robo y dolor.
Somos los ciudadanos los que debemos controlar a los políticos y a los mequetrefes que se arrogan el poder de intervenir la escena política internacional con su “oferta de esclavitud, para todos, menos para ellos”, y no al revés.
El Real Decreto-Ley 24/1977
Tras el necesario marco de referencia anterior, vuelvo a la censura informativa. Muerto Franco, se publicó el Real Decreto-Ley 24/1977 de 1 de abril, articulado sobre 11 puntos, que se orientó a derogar los límites previamente legislados sobre libertad de expresión en España.
Su primer punto está redactado a la manera democrática de la época: altas miras, equilibrio, justicia y esperanza:
“El derecho de todos los ciudadanos tanto a la libre información como al respeto de su honor y de los demás derechos inherentes a la persona, es principio fundamental de todo Estado de Derecho y, como tal, afirma su pretensión de máxima eficacia con el ordenamiento jurídico español. Paralelamente, la concurrencia democrática sólo es posible si el contraste y enfrentamiento entre opciones políticas diversas se hace de manera que ninguno de los contendientes pueda erigirse en juez de la conducta ajena, función reservada, exclusivamente, en lo jurídico, a los Tribunales de Justicia y en lo político al voto de los ciudadanos.”
En su Artículo primero, define un planteamiento muy inspirador para una época ávida de cambios y libertades:
“La libertad de expresión y el derecho a la difusión de informaciones por medio de impresos gráficos o sonoros, no tendrá más limitaciones que las establecidas en el ordenamiento jurídico con carácter general.”
Todo su contenido sintoniza a la perfección con el Artículo 20 de la Constitución Española que entró en vigor el 29/12/1978:
Artículo 20
1. Se reconocen y protegen los derechos:
a) A expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones mediante la palabra, el escrito o cualquier otro medio de reproducción.
b) A la producción y creación literaria, artística, científica y técnica.
c) A la libertad de cátedra.
d) A comunicar o recibir libremente información veraz por cualquier medio de difusión. La ley regulará el derecho a la cláusula de conciencia y al secreto profesional en el ejercicio de estas libertades.
2. El ejercicio de estos derechos no puede restringirse mediante ningún tipo de censura previa.
3. La ley regulará la organización y el control parlamentario de los medios de comunicación social dependientes del Estado o de cualquier ente público y garantizará el acceso a dichos medios de los grupos sociales y políticos significativos, respetando el pluralismo de la sociedad y de las diversas lenguas de España.
4. Estas libertades tienen su límite en el respeto a los derechos reconocidos en este Título, en los preceptos de las leyes que lo desarrollen y, especialmente, en el derecho al honor, a la intimidad, a la propia imagen y a la protección de la juventud y de la infancia.
5. Sólo podrá acordarse el secuestro de publicaciones, grabaciones y otros medios de información en virtud de resolución judicial.
En aquellos años, estos avances se vendieron como la gran recuperación del derecho a la libertad de expresión conquistado por la democracia, frente al malvado franquismo.
Sin embargo, basta leer con discernimiento el punto 2 para comprender que no deja sin efecto la censura, sino, la “censura previa”. Vamos que sigue vigente sólo que de otra manera: con Franco no se permitía lo democrático, con la democracia no se permite lo no-democrático.
Este es un detalle capital para entender muchos sucesos que vivimos en la actualidad.
Censura, fake-news, fake-trues, fake-politicians y fake-media en 2023
¿Cómo funciona la censura en la actualidad? De muchas formas.
He hablado de democracia en España pero también de democracia en el mundo. Es imperativo conocer en qué consiste la Agenda 2030 como modelo de gobierno totalitario indecente. Como ensayo de la misma, durante la pasada pandemia, los medios informativos de todos los países del mundo, trabajaron en una labor informativa coordinada desde 2 ejes.
El primero: coincidencia exacta en contenidos que sorprendía por su carácter tan armonizado. Un hecho sin precedentes en la historia de la noticia.
El segundo: también de forma sistemática silenciaron a cualquiera que se atrevió a alzar su voz con diferente opinión a la propaganda narrada. Daba igual si provenía del ámbito médico, científico o académico. Un atentado contra la pluralidad informativa y el derecho a opinar ¿”característicos de la democracia”? Bueno, eso es al menos lo que dice la monserga democrática.
Lo curioso es que esos mismos medios, se erigieron y siguen erigidos en “jueces de la conducta ajena” como bien nos prevenía en su primer punto el Real Decreto-Ley 24/1977 de 1 de abril.
Es insidioso que sean estos mismos medios, junto a algunas fraudulentas agencias verificadoras de noticias, también armonizadas internacionalmente; –¿cómo puede una “agencia verificadora” (verificar es decir la verdad), cuando la verdad ha muerto a manos de la posverdad políticamente correcta–, para señalar qué es y qué no es una fake-new?
A propósito de fake-news. Los medios internacionales, incluyendo a las susodichas “agencias verificadoras”, publican, emiten y radian a diario fake-news sin ser denunciados por ello. Cualquiera puede contrastar el dato al acceder, día y noche, a las innumerables promesas de políticos de todos los partidos, las cuales terminan siendo falsas. Es decir, son fake-news en su plena acepción. Un buen entremés sobre el tema lo puedes leer AQUÍ.
Y ya que hablamos de fake-news, un término muy cómodo para desacreditar opiniones que vayan en contra de la propaganda política de turno, ¿qué tal si hablamos de FAKE-TRUES?
Como a la sempiterna falsedad política, ninguno de estos medios ha puesto nombre, todavía…, propongo FAKE-TRUES.
Las diarias mentiras políticas prometen –ojo, ¡prometen!– una cosa, pero luego hacen otra. Por sus obras los conoceréis.
También propongo FAKE-MEDIA para cualquier medio, incluidos los “verificadores de noticias”, que difunda contenidos vinculados a las actividades de los políticos y sus partidos, punto. Aquí no se salva nadie. Si publicas ese tipo de información, dada la execrable naturaleza de la misma, te conviertes en FAKE-MEDIA, salvo que, al igual que los contenidos publicitarios llevan el consiguiente aviso de PUBLICIDAD, los contenidos políticos lleven el aviso de FAKE-NEWS.
Así todos estaremos más seguros.
¿Por qué existen canales parlamentarios, notas de los partidos políticos, declaraciones, entrevistas… las veinticuatro horas del día, para terminar descubriendo, horas o días después, que la noticia anterior ha quedado desmentida, ergo, era FALSA?
Es un engaño que de continuo es aceptado por muchos, sin plantearse que cada día su pelo es tomado a manos llenas por mafiosos sin escrúpulos.
También propongo FAKE-POLITICIANS para designar a los políticos que traicionen a su electorado, o a sus propias declaraciones, en cualquier forma imaginable. Este término, según acabo de acuñarlo, es ya trending topic.
¿Qué norma se aplica en la actualidad, te estarás preguntando? Las normas vigentes son dos: la Ley Orgánica 10/1995 y la Ley 52/2007. Con ellas quedó derogado el Real Decreto-Ley 24/1977, de 1 de abril, sobre libertad de expresión y, de alguna manera, se ampliaron sus límites con excepciones.
Uno de estos límites es el discurso de odio. Otro la exaltación al franquismo.
Parecen razonables, pero hay que tener en cuenta, quién decide qué es odio y qué no lo es. Este límite puede ser una verdadera puerta de atrás para censurar aquello que al régimen democrático le parezca oportuno en un momento dado, amparado en una nueva ley o la adecuada modificación de alguna vigente, si las circunstancias aconsejan dar un nuevo trasquilón a las libertades.
Por su parte, la prohibición a la exaltación franquista, no deja de ser la misma moneda con la que Franco prohibía toda exaltación democrática sólo que al revés. En otras palabras, a Franco se le condenaba por censurar, pero, los mismos que lo condenaban, parecen complacidos con su remedo de censura de Franco 2.0., ahora corregida y aumentada.
Para terminar, un poco de memoria. En las recientes manifestaciones ciudadanas contra el actual presidente del gobierno de la calle Ferraz de Madrid y numerosas ciudades de España, se puede observar, cómo lo antes descrito, se fusiona admirablemente en su propia persona.
Así, tenemos a un FAKE-POLITICIAN, que emite constantemente FAKE-NEWS, a través de FAKE-MEDIA. A su manera, perpetra un cínico atentado contra el derecho democrático a la reunión pacífica de los ciudadanos españoles, los cuales no le perdonan sus pactos innombrables, y los acosa con una policía presuntamente reencarnada en “los grises” para “cortar” las protestas, al más puro estilo cool-censor-dictatorship.
Cada día, alguna noticia repelente viene a recordarnos que la “democracia” es sólo un juego de palabras y que su deriva hacia una dictadura es un peligro real. Por ello, cuando unos y otros se sublevan con la “bandera franquista” cuyo signo distintivo es el águila de San Juan, –símbolo de la historia española (que tratan de borrar) elegido por Franco, pero emblema de los Reyes Católicos– me veo obligado a recordarles: no se sobresalten ustedes, el águila de San Juan preside y encabeza la Constitución Española de 1978.
¿Acaso hay algo más democrático en la democracia española que su propia constitución?