Agenda 2030: el mundo feliz de Huxley (I).

“No tendréis nada y seréis felices”, –promete Klaus Schwab, pero, ¿qué legitimidad tiene su oferta?

No es habitual que aborde temas de esferas distintas a la comunicación, el marketing o la empresa. Sin embargo, la Agenda 2030 afecta directamente a la comunicación, al marketing y a la empresa al incidir sobre todos los órdenes de nuestras vidas.
Tanto es así que parece haberse convertido en un nuevo mantra político; social; periodístico; propagandístico y hasta religioso, de medio mundo.

Al ser un tema de gran complejidad y extensión, lo he dividido en tres partes. En este primer artículo esbozaré la naturaleza de la misma, su difusión y legitimidad, así como sus antecedentes junto a algunas reflexiones. En las partes segunda y tercera me centraré en sus 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible, u ODS, destinados a alcanzar 169 metas.

Según la ONU, -creadora e impulsora de dicha agenda-, “ésta es el resultado del proceso de consultas más amplio y participativo de la historia de las Naciones Unidas y representa el consenso emergente multilateral entre gobiernos y actores diversos, como la sociedad civil, el sector privado y la academia”.

Tan importante es alinearse con la misma que, España, creó por medio del Real Decreto 452/2020, de 10 de marzo, el Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030.
Para dicho ministerio, la Agenda 2030 “es un plan de acción a favor de las personas, el planeta y la prosperidad, que también tiene la intención de fortalecer la paz universal y el acceso a la justicia”.

Si nos atenemos a la definición de la ONU, cuando dice, el resultado del proceso de consultas más amplio y participativo de la historia; lo primero que llama la atención es la falta de rigor y alcance de éste. Al menos, en España.
Sólo hay que entrar en la web del Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030 y verificar el ínfimo nivel de participación ciudadana desde 4 frentes: 1) empresa, 2) infancia, 3) movimiento social y 4) consulta pública de la sociedad española.
Por seguir con el planteamiento de la ONU, ningún dato es ofrecido, siquiera en virtud de sondeo alguno, dentro del mundo académico.

 

Consulta empresarial

La web del Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030 publica un folleto de 118 páginas -a modo de resumen de dicha consulta-, en el cual, el dato sustancial es que 38 pequeñas y medianas empresas (entre las que contabilizan micro-pymes y autónomos), junto a 44 grandes empresas, fueron invitados a un workshop.

Es decir, se tuvo en cuenta la opinión de tan solo 82 sociedades (algunas de ellas, simples autónomos) constituidas en España de un total de casi tres millones y medio (3.366.570), según DIRCE 2021 Directorio Central de Empresas del Instituto Nacional de Estadística (INE).
Para hacernos una idea de la relevancia de dicha opinión y sin entrar a valorar la metodología empleada, baste decir que para alcanzar el 1% de representatividad del censo de empresas españolas, la muestra debería haber incluido a más de 33.000 empresas en lugar de quedar reducida a 82 (de las cuales, vuelvo a repetir, alguna es solo un autónomo) y eso con el uno por ciento, irrelevante porcentaje para representar al colectivo empresarial.

 

Participación de la infancia

Existe un apartado a tal fin pero el único contenido es un folleto de propaganda en el que se explican los contenidos de la Agenda 2030 en lenguaje para niños.
Es insólito que se desee hacer partícipes a los niños en proceso semejante pero, -es aún más insólito- que se diga que se va a hacer y no se haga.

 

Movimiento social

Un folleto de 83 páginas expone acciones para “Reconstruir lo común”, con Pablo Iglesias como destacado ponente, desde las que se pretenden acometer -de forma casi particular- tareas de alcance global.
Grupos como: Trabajadoras no Domesticadas, Fridays for Future, Extintion Rebellion o Rebelión por el clima, se arrogan, en clave de movimiento social, el derecho de representarnos a todos sin determinar con qué autoridad cuentan o quién les ha elegido para tal menester.

 

Participación de la sociedad española

Este apartado es muy interesante puesto que indica que “existió una consulta pública hasta el 3 de marzo de 2022”.
No hace falta decir que todos recordaríamos dicha consulta, si se le hubiese dado la difusión “del proceso de consultas más amplio y participativo de la historia”, como avisa la ONU.

Aún no me he topado con nadie que recuerde dicho proceso y, menos aún, que haya participado en él. ¿Tendrá algo que ver, que dicho proceso haya sido enterrado por la propaganda non-stop de una pandemia declarada por la OMS, prima hermana de la ONU, al coincidir en fechas?

Puesto en perspectiva y dado que el impacto de la Agenda 2030 -es capaz de poner nuestras vidas patas arriba tal y como las conocemos-, la pregunta es obligada: ¿no ameritaba un referéndum?
Es inadmisible que un derecho como el referéndum, contemplado en el ordenamiento democrático internacional, no se ejercite nunca; pero es más inconcebible que no se haya utilizado PRECISAMENTE PARA LA AGENDA 2030.

No hacerlo de manera fehaciente en países democráticos, convierte a la Agenda 2030 en la IMPOSICIÓN de una oligarquía que persigue los INTERESES privados de una EXCLUSIVA MINORÍA que suplanta el consenso de LA MAYORÍA. Algo ciertamente distinto a lo que pretende hacernos creer su propaganda. En otras palabras, un proceso nulo de pleno derecho. Especialmente porque mucha gente ignora que la adopción de dicha agenda implica renunciar a la soberanía nacional en pos de un supra-estado. Supra-estado listo para imponer una tiranía de orden mundial.

Entonces, ¿por qué los políticos a favor de la Agenda 2030 han decidido suplantar/traicionar a sus ciudadanos/votantes? Los votos de las urnas sólo les confieren legitimidad para obrar dentro de un país determinado y con arreglo a su ordenamiento jurídico. En ningún caso les arroga el derecho para disolver ese país y/o entregarlo o venderlo a un gobierno extranjero NO ELEGIDO por sus ciudadanos con la esperanza de ser recompensados, económica, política o socialmente por este “servicio”.

Con todo y con ello, la Agenda 2030 se pinta de color de rosa mediante el empleo de un descarado lenguaje propagandístico buenista-oportunista en el que, palabras como “empoderar”, “inclusivo”, “resiliente”, “emergente”, “sostenible”, “cambio-climático”, “salud reproductiva”, “diversidad” y algunas más, se repiten en empalagosa salmodia para persuadir a las buenas gentes de que -todo esto es “por su bien”-.

 

Agenda 2030 y legitimidad mundial

17 objetivos de desarrollo sostenible condensan la actividad de la Agenda 2030 para tratar de alcanzar 169 metas. Ahora bien, antes de analizarlos, revisemos su marco de referencia.
Si el mundo se rigiese por el bien, la justicia y la equidad. Si los políticos siempre dijeran la verdad. Si las empresas más contaminantes mirasen por el medio ambiente no sólo en sus webs, sino en la práctica. Si los medios de comunicación sirviesen al sagrado deber de INFORMAR sin dejarse corromper por la propaganda política partidista e interesada. Aquí, me permito recomendarte un artículo mío anterior, “Censura en internet, fake-news y libertad de expresión: eyes wide shut”. Si el lucro personal, en ocasiones ilícito, no estuviese por encima del bien común, etc. En fin, si el mundo no fuera como es, entonces podríamos leer los Objetivos de Desarrollo Sostenible con tranquilidad y esperar a que un grupo de hombres justos los pusiese en marcha.

Pero, mucho me temo que uno de los mayores problemas reside, precisamente, en el club exclusivo de poderosos obsesionados con poner en marcha la Agenda 2030.
Club que, recordemos, no ha sido elegido por ninguna democracia del mundo. Paradójicamente todos los políticos de los países democráticos parecen empeñados en seguir las consignas de Schwab, Gates o Soros, aunque éstas sacudan violentamente las constituciones que juraron o prometieron en su día para asegurar ante la ciudadanía que eran dignos depositarios de una confianza que se puede revocar en cualquier momento.

La pasada pandemia puso en evidencia una realidad escalofriante: todos los gobiernos democráticos del mundo CEDIERON su autoridad a la OMS. Pero, ¿quién les autorizó a hacerlo? Los ciudadanos NO. Y dentro de un sistema democrático sólo los ciudadanos pueden, libremente, ceder su legítima representación. Así que, los políticos de medio mundo están obrando, no sólo de espaldas, sino abiertamente en contra de los intereses de los ciudadanos que los votaron. Algún grupo de juristas internacionales debería iniciar causa por graves delitos de traición.
En España, sabemos que las altas instancias judiciales han considerado ilegales los confinamientos durante la pandemia. Ahora bien, esta importante vulneración de la ley, -más peligrosa que saltarse un semáforo en rojo-, no ha conocido multa; ni juicio; ni destitución fulminante alguna. La realidad que esta resolución judicial define es: un político puede violar gravemente la ley -sin despeinarse-, mientras que a un ciudadano le va a caer todo el peso de la justicia en cuanto infrinja el menor precepto. Ergo, no somos todos iguales ante la ley. Ergo bis, no vivimos en democracia.

Creo, honestamente, que ha llegado el momento de reformular la democracia a fin de controlar el alcance, poder y autonomía de las decisiones políticas. Como ha quedado patente, ninguna ley va a enmendar actuaciones dañinas para la vida común. No hacerlo nos sitúa en el peligro cierto de la repetición, con alcance y consecuencias inimaginables. 

Parece que la Agenda 2030, va en la misma línea. No es un acto democrático ni beneficioso para nadie, como insiste su falsificada propaganda. La Agenda 2030 es un pacto internacional de poderosos con fines dictatoriales, sin que medie consenso alguno con la población y, que cuenta con el apoyo descarado de políticos que obran de espaldas a sus pueblos. ¿Por qué? Porque esperan sacar “tajada” de ese nuevo gobierno mundial con algún “puestecillo” o prebenda que los eleve por encima de una “plebe” que será creada sin derecho a quejarse. Igual que en la Unión Soviética o en China.

Para entenderlo a cabalidad, es interesante hacer un poco de historia.
Uno de los fines de la ONU fundada en junio de 1945 (hace ahora 77 años), era, precisamente: “…la cooperación internacional en la solución de problemas internacionales de carácter económico, social, cultural o humanitario…”

Puestos en perspectiva: los ODS son una especie de continuación de los 8 Objetivos de Desarrollo del Milenio u ODM, definidos en el año 2000 por 189 países pertenecientes a la ONU que se comprometieron a cumplir para 2015.
A su vez, estos ODM se relacionan con el Comité de Personas Eminentes del Consejo de Europa fundado en 2012.
El MDG Report de la ONU publicado en 2015 para valorar el impacto de los ODM, subrayaba: “…a pesar de los grandes éxitos obtenidos, las personas más pobres y vulnerables siguen sufriendo el desamparo…”

Creo que no es descabellado, por tanto, colegir que es improbable que se pueda implementar la Agenda 2030, sin grandes sobresaltos sociales.
Para que se entienda mejor: parece imposible hacer en 10 años y a toda prisa, el ímprobo trabajo que la ONU no ha sido capaz de desarrollar en más de 15 lustros.

 

Un mundo feliz, para niñas y niños obedientes

El mundo feliz de la Agenda 2030 parece calcado de aquel que salió de la imaginación de Aldous Huxley en 1931. Pareciera, incluso, que la conmemoración de su centenario debiera coincidir con la puesta de largo de ese mundo utópico en el que la humanidad es feliz sin guerras ni pobreza; las personas son desinhibidas; tienen buen humor; disfrutan de buena salud y la tecnología está omnipresente en sus vidas.

Alcanzar ese perfecto “nirvana” de convivencia creado por el Estado Mundial (léase Nuevo Orden Mundial) o gobierno del mundo feliz, es la aplicación de medidas que eliminan a la familia; el arte; la ciencia; la religión; la diversidad cultural; la literatura y la filosofía.

La pregunta que Aldous Huxley nos proponía con su dicotomía utópico-distópica es sencilla: ¿qué precio hay que pagar por vivir en ese mundo feliz?

En las dos siguientes entregas, hablaré sobre los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible para analizar su valor real, frente al abultado precio que pretenden imponer los perpetradores de este régimen político dictatorial trufado de incongruencias al que nos quieren llevar, denominado nuevo orden mundial.

 

¿Y después de la pandemia, …qué?

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