La abstención: pilar de la democracia.

Las pasadas elecciones españolas han puesto de actualidad una corriente que va en aumento, la abstención. Y han puesto de relieve dicha corriente –desde la manipulación propagandística– al tildar a los ciudadanos que han decidido abstenerse, con el despectivo término de “abstencionistas”. No olvidemos que la abstención es un derecho democrático de idéntico nivel al voto.

¿Están todas las democracias mutando en una dictadura global? A mí me lo parece, desde luego. Tanto es así que reflexionaba sobre este particular en mi artículo anterior “Agenda 2030: el mundo feliz de Huxley”.

https://www.juancarlosayuso.com/agenda-2030-el-mundo-feliz-de-huxley-i/

Si no te apetece leerlo, te dejo una idea para que reflexiones. Durante la pasada pandemia ocurrió un hecho sin precedentes en la historia: las naciones –al unísono– cedieron su SOBERANÍA NACIONAL, así en mayúsculas, a la Organización Mundial de la Salud. Algo para lo que ningún presidente de gobierno está legitimado por su constitución, sin que ello acarrease la menor consecuencia jurídica, ni procesamiento por traición, al saltarse la constitución que se comprometieron a cumplir y a hacer cumplir. Vamos, “casi igual” que si tú te saltas un semáforo en rojo y te ve la Guardia Civil.

Ahora vuelvo a la pregunta. Es pertinente porque el pensamiento único empieza a exigir respuestas a los ciudadanos en línea con lo que su ingeniería social ha fijado de antemano.
Los medios de comunicación ya no –divulgan– para que las personas formen opinión. Han renunciado a sus principios. En su lugar, ahora “adiestran” a los lectores, a los televidentes, o a los radioyentes sobre: qué deben pensar; qué pueden decir; cómo deben “portarse”. Algo sin objetividad informativa pero cargado de propaganda política destinada a generar disonancia cognitiva y a convertirnos en perros de Pavlov. Obedientes y sin criterio.

Así, por ejemplo, hoy te dicen que eres un buen ciudadano, …si votas. Si te abstienes, eres sospechoso. Alguien a quien no le importa el destino de su país. En definitiva, un presunto criminal. Pero…,¿qué es esto, sino una intoxicación ideológica?
La constitución española, también así en minúsculas, al menos hasta que sea rescatada y se haga cumplir, recoge en su artículo 23:

23.1.- Los ciudadanos tienen el derecho a participar en los asuntos públicos, directamente o por medio de representantes, libremente elegidos en elecciones periódicas por sufragio universal.

Es curioso cuanto menos, que nuestra constitución recoja en primer lugar el derecho a participar directamente. Algo para lo que jamás se han habilitado los medios adecuados, mientras se han ampliado recursos y capacidades de los partidos políticos. También es muy significativo que en su artículo 1 punto 2 enuncie:

1. 2.- La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado.

Si esto fuera cierto, tendríamos referéndums un día sí y uno no. Algo que no tengo constancia de que ocurra en ningún país democrático. Y por favor, que nadie aluda a la complejidad técnica de dicho proceso cuando se podría arreglar con un sistema informático tan fiable como el que utiliza la Agencia Tributaria.

Traducción: no se hace, porque no se quiere hacer.

 

Los ciudadanos hablan con votos y abstenciones

Sí. Un ciudadano español tiene derecho a participar en la vida política, con sus reglas y consecuencias.
Para empezar, tiene derecho a votar –de forma anónima– a cualquier partido legalmente constituido. Esto lo sabe todo el mundo. Pero ahí no acaba la cosa. También tiene derecho al voto en blanco. Es decir, tiene derecho a darse un paseo hasta el colegio electoral para decir: yo voto para dejar constancia de que mi voto no sirve para nada. Ni para nadie.
Ahora viene lo mejor. También tiene derecho a abstenerse.

Y para los que argumentan que las abstenciones benefician a éste o a aquél partido político, les diré: mientras el voto sea un –pedazo de papel– y la abstención sea un –no pedazo de papel–, los papeles y los no papeles, ni piensan ni tienen voluntad. Será mejor, para todos, que los argumentadores se abstengan de hacer tan torpes comentarios.

Ahora bien, ¿qué sucede si haces una u otra cosa? Como en los últimos años se espolea a la gente para que vote, –da igual a quién–, ahora existe la corriente manipuladora que te dice que si votas eres guay. Esto es importante para aquellos que creen que pueden cambiar algo, por el mero hecho de meter un papel en una caja. Recuerda: ese papel, ni piensa ni padece. Por eso, nadie va a telefonear del congreso para consultarte sobre la próxima propuesta de ley. Tampoco el aumento de salario del presidente de gobierno va a requerir, en ningún momento, de tu aprobación.

Mucho me temo que, en realidad, todo cambia para seguir exactamente igual. Incluso las leyes que, cuando ejercen de oposición atacan unos; cuando llegan al poder otros, las mantienen para enojo de los votantes que depositaron su confianza.
Si quieres ponerle imagen, piensa en la pescadilla que se muerde la cola: uróboros, si nos ponemos finos.

Sin embargo, esto tiene una consecuencia positiva y visible en la noche de las votaciones: todos los partidos salen a la calle para afirmar con impostada alegría, que han ganado.
Aquí tengo que hacer una aclaración: lo que dicen es cierto. Aunque no cuadren los números.
Esto es así porque tu voto les ha otorgado LEGITIMIDAD democrática. En otras palabras, los políticos saben que si la gente vota, pueden hacer y deshacer a su antojo. Sin rendir cuentas a ningún elector. Creo que eso lo sabes. Y, como ya te han acostumbrado: mienten todo el tiempo. Sin sonrojarse.

En cambio, si tú le mientes a tu jefe y le dices que has vendido 1 000 aspiradoras este mes, pero, comprueba en el balance que fueron sólo 14, es probable que acabes en la calle. También es probable que la justicia le dé a tu jefe la razón.
Aquí deberías preguntarte, o mejor, deberíamos preguntarnos todos: ¿por qué la justicia no actúa de oficio contra los políticos que mienten? Sería bastante sencillo actuar de oficio en todos los casos: cada vez que un político sale por televisión, radio, o periódico y cuenta mentiras, su declaración se convierte en prueba. ¿Por qué a ellos no les pasa nada?

Ahora veamos las consecuencias de los votos en blanco. Aunque parezca increíble, también benefician a los políticos. Les otorgan esa anhelada LEGITIMIDAD democrática. Con berrinche, tu voto sigue otorgando tu confianza.

Ahora, antes de hablar de lo que ocurre con las abstenciones –no de los “abstencionistas”– sino de los ciudadanos que, con todo el respaldo de la ley electoral, deciden ejercitar su DERECHO A LA ABSTENCIÓN.

Para ello, veamos qué dice la “Ley Orgánica 5/1985, de 19 de junio, del Régimen Electoral General – Vigente desde 04/10/2022” en su artículo 146 en el punto 1.a:

146.1. Serán castigados con la pena de prisión de seis meses a tres años o multa de doce a veinticuatro meses:
a) Quienes por medio de recompensa, dádivas, remuneraciones o promesas de las mismas, soliciten directa o indirectamente el voto de algún elector, o le induzcan a la abstención.

Pues, ni más ni menos, que tiene el mismo valor el voto que la abstención. Algo que se deduce al tener las mismas consecuencias jurídicas y castigo para aquellos que puedan influir en uno u otro sentido.

Un detalle clave para entender la importancia y alcance de la abstención. Como decía, el voto, tanto a un partido, como en blanco, significa que otorgas legitimidad democrática.

Por contra, la abstención, avisa de que RETIRAS TU CONFIANZA A LA LEGITIMIDAD DEMOCRÁTICA.
Esto no se puede dejar así, sin más. Si todos tenemos los mismos derechos ante la ley y ésta promete escuchar a todos los ciudadanos, exhorto desde estas líneas para que:

1) Se respete democráticamente a las personas que no piensan como tú. Esto es de máxima prioridad sobre los ciudadanos que nos abstenemos de votar. Que el conjunto de la sociedad deje de “criminalizar” nuestra opinión. Igual de válida, obviamente.

2) Se escuche activamente la abstención. Esto significa crear un ÍNDICE DE LEGITIMIDAD DEMOCRÁTICA en España, para conocer con qué margen de confianza puede operar un candidato o partido político.

 

La abstención: índice de legitimidad democrática

La democracia española e internacional, hoy más que nunca, precisa de una revisión profunda y honesta con miras a una reformulación acorde con nuestro tiempo, cultura, tecnología y sociedad.
Prueba de esta necesidad, son las manifestaciones que desde el pasado mes de julio vienen produciéndose en Israel contra su presidente, tras aprobar éste, una polémica ley destinada a poner a su gobierno por encima del Tribunal Supremo, desfigurando con ello, la separación de poderes imprescindible en democracia, …salvo para Benjamín Netanyahu.

Esto es sólo un detalle de un país presuntamente democrático. ¿Acaso España, Francia o Alemania están libres de una iniciativa parecida? Me temo que no, mientras la única forma de escuchar a los ciudadanos sea mediante papelitos que se introducen en cajitas… ¿O tal vez sí sea posible?

UN ÍNDICE DE LEGITIMIDAD DEMOCRÁTICA serviría para dar espacio y voz a aquellos ciudadanos que muestran su disconformidad.

Disconformidad con partidos políticos y representantes al no encontrar ninguno que les represente. Disconformidad con las mentiras diarias de los políticos. La abstención grita: ¡basta! de comportamientos ilegítimos y ¡que se cumpla la ley! Disconformidad con leyes que dictan privilegios para minorías por encima de la mayoría. Esto último no sucedería si el poder descansara en el pueblo como previó la Constitución Española en su artículo 1.2.

UN ÍNDICE DE LEGITIMIDAD DEMOCRÁTICA equivaldría a retirar votos de forma proporcional a cada partido, tras los resultados de unos comicios. No es democrático decir que ha habido un 30%, un 40% o un 50% de ABSTENCIÓN. Se vota, o no, para algo. La ABSTENCIÓN debe ser escuchada y traducida de la misma manera en que se traducen los votos.

En la práctica, las ABSTENCIONES deben ser computadas como VOTOS NEGATIVOS, porque es lo que son en realidad.

A mi juicio, veo urgente la reformulación de la ley electoral, para iniciar un diálogo entre las distintas formaciones políticas, actores sociales y ciudadanía, dirigido a transformar la democracia española en una democracia de INTERVENCION DIRECTA, como recogió nuestra constitución allá por 1978. ¿A qué esperan? ¿A qué esperamos para convertirlo en realidad?

Los españoles no necesitamos a ningún político ni ningún partido que nos lleve de la mano mientras les entregamos un cheque en blanco para que obren en nuestro nombre.
Sabemos lo que queremos.

¿Y después de la pandemia, …qué?

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